Los comienzos del cine
©Enrique Martínez-Salanova Sánchez
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Los primeros | El segundo | El primer montaje | Griffith | Anécdotas |
Los primeros
El
cinematógrafo nació en plena época industrial. Los hermanos Lumiére,
que llevaban varios años en su invento y habiendo filmado ya más de un
centenar de películas de un minuto, se decidieron a enseñar su invento
al pueblo de París. Lo presentaron con temor, pues nunca tuvieron
excesiva confianza en sus posibilidades artísticas ni menos económicas.
Tras muchas negociaciones con diferentes locales, incluido el Folíes
Bergéres, encontraron un sencillo local decorado al estilo oriental, el
Salón Indio del Gran Café del Boulevard de los Capuchinos. Los Lumiére
prefirieron una sala de reducidas dimensiones en razón de que si era un
fracaso, pasaría inadvertido. El día de la representación, considerado
oficialmente como el primer momento de la historia del cine fue el 28
de diciembre de 1895. Tal y cómo pensaron los organizadores, el primer
día no fue especialmente extraordinario, pues acudieron solamente 35
personas. Bien cierto es que tampoco la publicidad fue excesiva y el
cartel realizado a la rápida no fue muy significativo. Los Lumiére
tuvieron la precaución (Gubern, 1989) de pegar en los cristales del Grand Café un
cartel anunciador, para que los transeúntes desocupados pudieran leer
lo que significaba aquel invento bautizado con el impronunciable nombre
de Cinématographe Lumiére. La explicación, impresa en letra
cursiva, resulta hoy un tanto pintoresca y barroca: «Este aparato
-decía el texto- inventado por MM. Auguste y Louis Lumiére, permite
recoger, en series de pruebas instantáneas, todos los movimientos que,
durante cierto tiempo, se suceden ante el objetivo, y reproducir a
continuación estos movimientos proyectando, a tamaño natural, sus
imágenes sobre una pantalla y ante una sala entera.». Según Georges
Mèliés, que asistió a aquella función primera pues regentaba un estudio
fotográfico en París y había tomado parte en algunas de las
negociaciones para encontrar la sala, aunque al principio el ambiente
era de gran escepticismo, cuando los espectadores vieron moviéndose los
carruajes por las calles de Lyon, quedaron, cita Gubern, petrificados
«boquiabiertos, estupefactos y sorprendidos más allá de lo que puede
expresarse».
Sin
embargo el pueblo parisiense, corrida la voz sobre aquel espectáculo
maravilloso y espectacular, ya al segundo día llenó el salón y las
colas recorrían el bulevar. Los diarios de París elogiaron aquel
espectáculo insólito y los hermanos Lumiére tuvieron asegurada, a
partir del segundo día, sus espectadores incondicionales.
Aunque los Hermanos Lumiére poseían un amplio stock de películas, en sus primeros tiempos siempre comenzaban por La salida de la fábrica Lumiére (La sortie des Usines Lumiére, a Lyon, 1895),
que según sus historiadores fue su primera película y de paso hacían
homenaje a su empresa. El repertorio lo componían películas familiares,
sus hijos comiendo, o de la vida de las calles de Lyon, soldados
haciendo la instrucción, y al ser Louis Lumiére muy buen fotógrafo no
evitó la utilización de efectos como el humo en una herrería y las
nubes de polvo en una demolición, que tuvieron inmenso éxito. No en
balde la fotografía era la madre del cine y sus pioneros no evitaron el
arte ya desde los comienzos.
Ya en los primeros momentos se hicieron famosas dos películas que dominaron en su show: Llegada del tren a la estación (L’arrivé d’un train en gare de la Ciotat, 1895) y El regador regado (L’arroseur arrosé, 1895), el primer film de humor, de un minuto, de la historia del cine.
La primera película que se considera rodada en España es Salida de misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza, en 1896, de Eduardo Jimeno.
| Salida de misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza | ||||||
El segundo
Georges
Mèliés se entusiasmó con el invento de los Lumiére, y siendo un hombre
de una gran sensibilidad, capacidad creativa y espíritu empresarial,
enseguida le vio posibilidades al espectáculo. Se la ingenió para
adquirir un proyector y comenzó a rodar inmediatamente. Al poco tiempo,
debido a su conocimiento del mundo de la farándula, había desarrollado
su carrera de cineasta, aplicando sus habilidades al mundo del
espectáculo en el Teatro Robert Houdini, de París, que compró para el
efecto y al que dotó de todos los inventos necesarios para realizar
sofisticadas puestas en escena y sorprender a los parisienses con sus
decorados, proyecciones, vestuarios y representaciones.
Realizó
infinidad de películas utilizando ingeniosos, e ingenuos, trucos,
alguno de los cuales todavía es motivo de discusión sobre cómo lo
logró. Aplicó fundidos y encadenados tal y como se hacían en las
sesiones de diapositivas. A él se deben espectáculos filmados llenos de
fantasía y de creatividad y rodó ya en 1899 la primera película de diez
minutos, El proceso Dreyfus (L’affaire Dreyfus, 1899), reportaje periodístico sobre dicho acontecimiento. En 1902, filmó Viaje a la luna (Le voyage dans la lune), un
prodigio para la época, en la que ya utiliza maquetas, filmación a
través de un acuario, superposiciones de imágenes (filmaba sobre fondo
negro en doble exposición).
Un poco más de Mèliés:
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Porter y el primer montaje en el cine
Un
operador de Edison, en estados Unidos, Edwin S. Porter, tuvo la genial
idea de montar por separado una serie de escenas de archivo de
incendios y acciones de los bomberos por un lado, y por otro secuencias
de bomberos tomadas por él mismo. El resultado fue, probablemente, la
primera película de montaje de la historia del cine Vida de un bombero americano (Life of an American Fireman, 1903). Su descubrimiento lo perfeccionó en Asalto y robo al tren (The great train robbery, 1903),
en la que mezcla varias historias rodadas por separado que confluyen en
un momento determinado. Entre las secuencias, son de destacar: unos
bandidos que han asaltado la estación, la hija del telegrafista que al
que han amordazado, y un baile en el que está la gente del pueblo. La
historia finaliza en la confluencia de estos tres relatos en un final
en el que los bandidos son rodeados y vencidos. El final de la película
es otro avance indiscutible: el primer plano del actor George Barnes,
jefe de los bandidos, que apunta su revólver hacia el público, y
dispara. Desde esta película el avance del lenguaje cinematográfico fue
imparable.
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Anécdotas
En
1908 las películas se rodaban en hangares de vidrio, pues apenas había
luz eléctrica, con una cámara operada por un señor con visera que
silbaba mientras tanto una marcha militar para poder marcar el ritmo de
la manivela, a la cadencia de 16 imágenes por segundo.
La minuciosidad de Charles Chaplin era tal, que al rodar la escena del desayuno de Chaplin y el niño, en «El Chico»,
de un minuto de duración, tardó dos semanas en rodarse y consumió
14.000 metros de película. La secuencia del encuentro entre el
vagabundo y la ciega en «Luces de la ciudad» tardó en rodarse
una semana, creándose conflictos importantes entre el equipo técnico y
Chaplin por el rigor y perfección exigido en cada toma.
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©Enrique Martínez-Salanova Sánchez
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